lunes, 17 de enero de 2011

CAMIONEROS.

CAMIONEROS.

Les gustaba pasear por el barrio arrastrando camiones de juguete, con su ya avanzaba adolescencia cercana a los diecisiete, llevaban esos grandes vehículos de plástico como ampliados a su escala, tiraban de ellos a través de un hilo haciendo que atravesaran el asfalto, las piedras de la cuneta y hasta la tierra acumulada bajo los bordillos. Iban por una calle, otro día los veía en otra diferente. Como niños eternos encontraban la satisfacción de un trabajo bien hecho en su transporte de un camión desvencijado y casi muerto con el faro caído y una rueda rota. Despeinados y mal vestidos... eran los camioneros más vocacionales que he conocido. Dos chicos de semblante feliz, que parecían encarnar alguna esencia especial e inocente.
Hace tiempo que no los veo.

4 comentarios:

  1. Si existe la belleza de la imagen semiótica (no de la semiótica de la imagen), este es un ejemplo perfecto María José, la memoria eterna, desterrada a veces de sus propias imágenes cumple en tu bello relato no solo con la misión de exponer esa belleza si no tiene la intención de convertirla en algo eterno, no siempre las palabras consiguen ese reto, pero cuando se escribes con la sangre de un corazón sano, limpio y bello, entonces se salen del papel, caminan por las hojas con un destino sabio y exacto, es en ese lugar en donde se quedan a vivir, el corazón.
    Gracias artista. Un beso.

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  2. Gracias Conde, no tengo otras palabras; eres muy generoso conmigo. Me alegro mucho de que te guste.

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  3. Buena historia, que deja esa impresión de abandono, soledad y tristeza contrapuesa a la comicidad de aquellos dos personajes hermanos que fueron los Tetos. Enhorabuena, Emejota.

    Joaquín

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