lunes, 4 de abril de 2011

RELATOS DE LA EXTRAÑEZA. Ella lloraba.



Lloraba y no era una rabieta, sentía el abismo al que se asomaba, y lloraba de miedo. No había nada que decir, porque yo sentía lo mismo. No existe el consuelo cuando la consciencia está tan presente. Era tan cálido el día..., el sol brillaba sin paliativos, la primavera se anunciaba y, sin embargo, una nube negra era lo único que tenía delante.



Y es que Mira no se encontraba, algo extraño ocurría que no llegaba a reconocer, desde que se levantó esa mañana, todo a su alrededor parecía seguir como siempre, pero algo había cambiado, tan esencial que, aún sin descubrirlo, hacía que ese mínimo cambio ignorado convirtiera su mundo en un entorno ajeno.



Cuando despertó, una ligera molestia en el cuello, un sordo malestar, le hizo pensar que no había conseguido dormir bien. Esa podría ser la razón de aquella sensación, como cuando se ha dejado algo importante por hacer y no podemos recordar qué es. De todas formas esto era diferente, ahora lo que no encontraba era ella misma. Y esta idea de pérdida la dejaba tan bloqueada y exhausta, que lo único que era capaz de hacer era llorar. Su mundo, su vida anterior había desaparecido bajo sus pies y ahora, ¿Cuál era el suelo que pisaba?

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