domingo, 25 de octubre de 2020

Antonia

    Nací con un peso y estatura normales, pero cuando tenía unos días comía, o mejor dicho, mamaba tan poco que no ganaba peso y mi madre optó por la alimentación con Pelargón, una alimentación infantil de la época. Con cerca de un año mi madre me llevó al pediatra por esta razón. Al parecer mi estómago era pequeño como una ciruela. Imposible que comiera más. Ella pensó que difícilmente llegaría a la madurez. Fui más tarde al colegio que las otras niñas, tal era su compasión por mí. Con unos cuatro años, era una niña muy pequeña para mi edad y estaba sumamente delgada. 

     Mis padres comenzaron a dejarme en casa de unos familiares que vivían al lado. No tenían hijos y yo para ellos era más una diversión que una obligación. 

    El hombre era muy alto y ancho como un armario. Ella era bajita pero sufría de una severa obesidad, esto dificultaba sus movimientos, su caminar lento y fatigoso mostraba su esfuerzo por seguir adelante como una luchadora indómita que llevara sobre sí una carga que la condenaba a vivir con una capa exterior. Antonia era una mujer frágil a pesar de su fuerza de espíritu y volumen generoso.

    Vivir en su cuerpo fue algo a lo que tuvo que adaptarse como un capitán llevando él solo una gran nave, escorándose en la tormenta de su vida. 

    Antonia fue una mujer excepcional en todos los sentidos de su vida y fue una inspiracion en la mía. Ella fue mi alimento para el espíritu, una lección de vital que nunca olvidaré. 

    Gracias, donde quiera que estés.

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