En la intransigencia del reloj.
Con nudos en las tripas
me contemplo por dentro,
tengo miedo de lo que soy
pero también de mi mañana.
Regreso al abismo
que me roba las madrugadas
no duermo ni vivo,
por las sábanas me dejo querer.
Me vuelco en el colchón
buscando el abrigo de una arruga
amiga y giro los minutos
de hora en hora.
Cierro los ojos y me arrullo.
La huella de mi cuerpo insomne
queda allí, en la memoria
viscoelástica y perecedera.
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