Una mujer delgada y menuda sube a un austero escenario, vestida de sombra y sangre, su silueta se quiebra ante el micrófono. Isabel Guerrero, descubre su alma con desgarro, con pasión y fuerza de corazón grande, su voz escala las cumbres de la noche. Arriba la luna observa las guirnaldas desde su soledad y una brisa las mece con silencioso vaivén. El cante ya discurre por mi respiración, entrecortada, y mi piel se estremece. Aquella voz, ya libre, juega con el rojo de las múltiples lenguas sobre el patio. La noche se envuelve en misterio bajo el cielo negro.
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